Un turista que estaba en África en una caminata con uno de los indígenas “Masai”, mientras caminaban por la Sabana africana le pregunto: dime mi amigo que pasaría si nos apareciera un león en este momento? el Masai le respondió: no pasaría nada, ante esa respuesta el turista sorprendido replicó; porque dices esto? y el Masai le respondió: porque yo tengo un cuchillo y una lanza. Ah y si yo estuviera solo y tuviera tu cuchillo y tu lanza? – Si tú o yo estuviéramos aquí solos frente a un leon, estaríamos muertos pero como estamos juntos no pasa nada, respondió con certeza el indígena.
Muchas de las cosas que hacemos tienen potencia y fuerza si las hacemos solos, pero cuando las hacemos juntos, son impresionantemente poderosas, porque las individualidades no se pueden explotar a menos que lo hagamos juntos.
La palabra de Dios enseña qué son mejor dos que uno porque tienen mejor salario, se defienden uno al otro y a la hora de dormir se calientan uno con el otro, de esta misma manera el señor Jesús nos enseña este concepto para la oración, por eso dice: cuando hay dos o tres reunidos en mi nombre para orar yo estoy con ustedes.
Acabamos de pasar una cadena de oración y mantuvimos ocupado al Señor escuchándonos, casi las 24 horas del día, cuando terminaba uno, el otro iba empezando y cuando uno entregaba la oración sabía que algún otro hermano iba a seguir e iba a continuar, cuando uno iba a empezar, sabía que alguien estaba terminando y nos sentíamos apadrinados, acompañados y protegidos unos con otros. El sentido primordial de la convivencia en una congregación, consiste en experimentar eso, un compañerismo especial, un apadrinamiento un acompañamiento y un cuidado los unos de los otros, un sentido de pertenencia que nos hace estar en familia.
Cuando estuvimos orando, oramos por amor a Dios, posteriormente oramos por amor a las almas y por último oramos por amor a los líderes, de esta misma manera, el convivir en la comunidad de Acpadih nos permite dos caminos o podemos asistir a las reuniones y no experimentan nada y solo ir como espectadores o comprometernos y participar del compañerismo, del cuidado, del acompañamiento y del apadrinamiento los unos con los otros, de esta manera entenderemos el sentido de ser iglesia, la bendición de poder ganar las almas y añadirlas a la iglesia, del valor del cuidado de nuestros hermanos por nosotros y sobre todo experimentaremos como dice la palabra: cuán bello y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía.
Que este mes sea para todos un mes de acompañamiento, de apadrinamiento, de cuidado y sobre todo para mostrarle a los demás que somos discípulos de Cristo porque nos amamos los unos a los otros.
Carlos Altamirano